miércoles, 30 de enero de 2008

"Un viaje con un viejo". Otra historia urbana.



Eran cerca de las seis y media de una tarde algo nublada de verano cuando, con mi cuaderno y mi diario La Capital, salía de la redacción creyendo otra vez que ese día había hecho periodismo. Me disponía a subir al 573 B que según había contestado a mi pregunta el chofer, 45 minutos más tarde, después de cruzar media Mar del Plata, me dejaría a cuatro cuadras de mi casa. Por La Rioja, justo frente al colegio a donde fui.

Mientras comenzaba a ubicarme entre los demás pasajeros, el colectivo recorría las calles y las paradas. En una de ellas, vi que subía las escaleras con dificultad un hombre mayor, vestido con un elegante pero absurdo traje a cuadrillé verde, zapatos, y pañuelo en el bolsillo del saco. Inmediatamente se desocuparon algunos asientos, otra persona y yo le ofrecimos al señor que prosiguiera a ubicarse en uno de ellos. Fue ahí cuando el hombre, con una sonrisa pícara, contestó que prefería viajar de pie: "escuchame, soy jubilado, pero caminé toda la mañana. Prefiero ir parado, si no, lo único que hago es estar sentado frente al televisor, que me hace mal", dijo muy alegremente, como bromeando. Ya no pude dejar de escucharlo. "No sólo voy parado y caminé toda la mañana, el domingo voy a ir a bailar", remató con desparpajo ante mi estupefacción.

Entonces comencé a pensar si ese sería otro viaje de palabras estúpidas o perdidas, o si podría sacar alguna enseñanza de los relatos del viejo. Su rostro lleno de arrugas y su cabello gris me dieron la respuesta. "Bailo tango eh, no vayas a creer que bailo otra cosa", me dijo suponiendo que yo no sabía distinguir un género musical de su forma de vestir. No me conocía...

Había nacido en Azul, un pueblo de la provincia, aunque a los 17 años se había mudado a Buenos Aires, "en las épocas de las glorias de la música porteña". "Yo empecé a bailar cuando se murió Gardel", suspiró una reverencia, y automáticamente comenzó a recordar aquella época. Le contó a mi silencio que había vivido con su tía, primero, y después "con una mina" en algún séptimo piso de Callao y Las Heras, pero que realmente no había encontrado su lugar en el mundo en la capital. "Te mata el calor, el aire no es tan bueno como dicen ahí", dijo y después recordó que fue por eso que en el ´48 se vino a Mar del Plata.

- "A mi me llevaron para Buenos Aires porque pintaba bueno. Me llevó el que era mi profesor, que me veía mucha pasta. Yo tenía pasta, eh. Aparte era bueno bailar tango porque aprendías bien a abrazar a una mujer, mirándola siempre a la cara para darte cuenta de que no le guiñaba un ojo al de atrás tuyo", me dijo mientras yo le aclaré sonriendo que ahora todos sabemos sin la necesidad de abrazar que sí, que le guiñan el ojo al de atrás nuestro. El se rió, asintió con la cabeza, y siguió relatándome parte de su vida. "Era muy chico yo en ese momento, no me lo banqué. El lugar donde iba a aprender allá era un salón grande, que siempre estaba lleno de mujeres que venían de los cabarets, porque si no sabían bailar tango no podían laburar, nene, ¿entendés?", me explicó antes de dejar pasar por detrás suyo a una señora gorda, de calzas negras que obstruyó la charla porque nosotros le ocupamos el pasillo del colectivo.

- "Te decía, que feas que son las minas gordas ¿no?, no me gustan", disparó riéndose.

- "No pueden bailar tango", acoté rápido.

- "Claro, aparte no sabés donde meterte entre tanta carne. ¿Y vos vivís por acá?", preguntó efusivo.

- Si, más o menos. Ahora agarra La Rioja y va derecho para donde vivo yo, en Saavedra.

- "Ah, pero da toda la vuelta primero. Preguntale a alguien de mi edad", dijo acercándose y tomándome del brazo. "Por La Rioja estaba el cabaret más lindo del país. Nunca vi uno igual", volvió a sonreir pero esta vez sin bromear, y continuó ante mi mirada cómplice: "yo ahora voy a la playa, porque organizan bailes, y voy a ver qué pasa. Si hay una chica que se mueva bien, la saco a bailar. Si me da bola..." volvió a bromear, y continuó: "hay que vivir. La vida es linda, es para vivirla. Yo sé mucho de la vida... Hace poco casi me voy eh, me agarró una sinusitis podrida que casi me lleva pero bueno, uno se va cuando es el momento de irse. Si hasta choqué con un camión y no me pasó nada, acá estoy. Mañana me tropiezo, me caigo de boca y me mato. Por suerte ahora estoy bien y pude volver a bailar, porque no tengo 10 años eh, tengo 82 pirulos ya...

- "¿Usted de qué cuadro es?", le pregunté ansioso e intuyendo la respuesta.

- "De Boca. Yo siempre fui de Boca", le contestó a mi sonrisa.

- "¿Y cómo se llama?"

- "¿Yo?, Yo soy Aguirre", contestó remarcando fuertemente la última sílaba de su apellido (y también dijo su nombre, que creo era con R y no logro recordar).

- ¿En Buenos Aires vivía en La Boca, o en algún barrio tanguero?", volví a preguntar.

- "Si, todo era tanguero en esa época. Allá se bailaba el tango. Por eso no quise aprender el folclore, dijo mientras amagó con zapatear un malambo. Nunca quise eh, y eso que yo bailaba con Norma, que ese año preparaba a sus alumnos con Chúcaro para ir a España. ¿Oíste hablar de Chúcaro?", casi que me atacó como si se tratara de alguien más famoso que Maradona. "Lo mejor que ha habido en la Argentina, querido. Yo bailé en su época. Con Marianito Mores también bailábamos. El vino a tocar varias veces acá. Montaban una carpa muy grande en el centro, en la Plaza San Martín, y se armaban los bailes. Un fenómeno del tango Marianito".


Yo seguía callado, escuchando su historia atentamente, cuando de pronto el hombre le pidió "parada" al chofer y yo, que a pesar de ser más joven me había sentado, miré para el costado y por la ventanilla vi que ya estábamos en la Bristol, enfrente de una peatonal repleta, al lado del Casino Central, otra gloria de antaño. "Me bajo querido, voy a bailar un poco, fue un gusto conocerte", dijo, y antes de irse, sin saber casi nada de mí, y sin notar ni mi cuaderno ni mi diario ni mi vocación, me aconsejó: "preguntá siempre vos, que preguntar es muy bueno porque se conocen muchas cosas".



Creo que no volví a verlo.

sábado, 19 de enero de 2008

BrunovsBruno

Imagen tomada en un tren durante el viaje Venecia - Roma (2006)

Este blog es una iniciativa mía. Tal vez reconozcan en mis escritos grandes parecidos con ideas o canciones de autores famosos, y eso es porque admiro mucho a varios de ellos. No lo tomen como una copia, sino como un atrevimiento.

Quizás también noten contradicciones: me voy a pelear con Bruno varias veces. Hagan sus apuestas!



Bruno.